miércoles, 7 de septiembre de 2011

Me encanta el arcoiris

“Me encanta el arcoíris después de ver llover y pienso en lo limpia que la tierra ya se ve, tal como tierra limpia cuando acaba de llover, yo quiero comportarme bien…”- Canciones para los niños, pág. 53.
           
            El arcoíris es un fenómeno encantador a la vista cuando después de las lluvias y de las tormentas asoman entre las nubes, o en medio de las lejanas montañas y cerros, los seis colores primarios, que nos dan esperanza y nos dejan ver más allá de la destrucción y el nerviosismo de momentos previos. Si lo vemos mas detenidamente, en nuestra vida ocurren situaciones en que esos mismos arcoíris aparecen, otras veces se dejan ver con más facilidad y otras pasan desapercibidos, pero aun así, nos dejan buenos sentimientos. Pero la cuestión ahora no es analizar cómo es que podemos salir de los problemas, pues ya es de muchas palabras el tema y de profundos análisis. Queremos en tanto abordar la capacidad que en medio de esas dificultades, debemos desarrollar como seres inteligentes que somos, para sobresalir y rescatar los mejores momentos. Anteriormente habíamos compartido que es sólo por medio del acercamiento a uno mismo que cada persona [llega] en si [a ser] importante, no importa la condición social en la que se encuentre, ni su ideología política, religiosa u orientación sexual”.  Ahora llegaremos a comprender que hay algunos procedimientos psicológicos vinculados a la autoestima y a la esperanza que podrán contribuir mucho a la realización de una aptitud mejor para sobrellevar las cosas. 
            La autoestima se construye con el conocimiento que podemos tener de nosotros mismos. Es empezar a querer mejorar nuestra existencia, es vernos como criaturas increíbles, como individuos capaces de lograr todas las cosas buenas que deseemos, es aprender a construir seres no solamente inteligentes, sino llenos de talentos para ayudar, para velar por los demás, para ser felices juntos. Los que logran una autoestima equilibrada que no está ni en el borde del egoísmo ni en el del orgullo personal, sino en una trayectoria marcada por la realización colectiva, empiezan a desarrollar esa parte que todos llevamos dentro, y que debemos empezar a usar mejor. En sus aportes en la investigación del juego infantil, Wallon, que fue el fundador de la psicología histórica, sostenía en su teoría del ejercicio que “el juego es una finalidad sin fin, una realización que solo tiende realizarse a sí misma. Si entra el utilitarismo o se subordina como medio a un fin, pierde la atracción y las características del juego”, es por eso que si los niños comenzaran a subordinar sus antojos y caprichos en el momento que se integran en un juego, por ejemplo, el resto se desequilibraría y empezarían los conflictos. Lo mismo sucede en nuestras relaciones con los demás, si antes no sabemos quiénes somos, ni qué importancia tenemos en la familia a la que pertenecemos, la escuela, la comunidad, o medio laboral, somos como describió Wallon al juego, “una finalidad sin fin”. Nos volvemos sujetos sin ningún sentido, la exploración jubilosa y apasionada que podría tendernos a probar una función (la autoestima), en todas sus posibilidades, nos deja aprisionados en nuestros miedos interiores, sin definición ni de nosotros ni de los sentidos que nos rodean.
Afirmamos que si bien la autoestima es el primer paso que deberíamos dar para entender los colores del arcoíris que por momentos aparecen en nuestra trayectoria, la esperanza es la otra puerta que se debería abrir para que ambas comiencen a caminar juntas, mientras que nosotros ahí alado también lo hagamos con ellas, después de destrabar todas las trancas que vienen con el acercamiento a nosotros mismos. En este sentido es donde ya deberíamos dar por sentado la condición que tenemos como seres sociales que somos, entendiendo lo importante que somos también en este mundo, pero más que nada, la gran contribución que hacia los demás debemos proyectar siempre. La esperanza se vuelve un hecho palpable, si bien es la expectativa confiada y el anhelo de recibir las promesas por contribuir, es además apreciar el valor de las personas o de los objetos que nos rodean, con la visión de expansión propia de nuestra realización individual y maravillosa. Tener esperanza es servir a la formación de sueños, de  proyectos, de metas, pero que si seguimos trabajando no queda solamente en bondadosos anhelos, se vuelven realidad, se transforman en hechos, empieza el cambio.
            La esperanza como el arcoíris que llega después de la tormenta, se puede elevar por las alturas, sin embargo si confundimos tener esperanza con hacer proyecciones egoístas de nuestros más íntimos anhelos, nos estamos volviendo egocéntricos, y como la leyenda lo cuenta, creemos que el tener esperanza y vernos mejor en el futuro, es encontrar un jarrón lleno de oro al final del arcoíris. Acá la esperanza, como el arcoíris, tan distante, hermosa, casi tocando el sol, se opaca por las nubes de nuestros lobos rapaces interiores, y el hombre, proyección de la divinidad, se vuelve orgulloso, presto para desobedecer, injusto e impaciente ante las dificultades. Y como resultado, el balance que habíamos hecho al tener autoestima y ser esperanzados, se termina desvaneciendo.
Es de importancia destacar que debemos comprometernos con lo mejor, y hasta ahora hemos dicho que es por medio de empezar a querer mejorar nuestra existencia y del anhelo de recibir las promesas por contribuir, que seremos capaces de notar mucho más las bendiciones que recibimos y de visualizar mas claramente los buenos sentimientos, en vez de estar constantemente preocupados por problemas que a la larga se vuelven insignificantes. Perdemos tiempo de estar con nuestros mejores afectos, los padres con los hijos, los hijos con los padres, de compartir sonrisas más que miradas de irritación, de hacer reír a los demás, de volvernos personas alegres, dispuestas, abiertas y fieles a nuestras creencias. Llegamos a ridiculizarnos, a ser títeres de la burocracia, del imperialismo, de la maldad de la competencia desmedida, y otra vez el fruto es el mismo, el egoísmo y de desesperanza.
Cada uno sabrá a partir de ahora en que etapa se encuentra, si todavía le falta mayor valoración propia, si sigue estancado en la elaboración como persona a partir de las ideas que tengan los otros de el o ella, o si ni siquiera nunca supo lo que es tener esperanza. Es nuestra expectativa que cada uno pueda, en su propio y debido tiempo, aprender a notar los arcoíris de su existencia, a no ser un juego sin ningún fin, y que cuando alguien o algo le indique erróneamente que algo no se puede hacer, se levante con firmeza y defienda que sí lo puede hacer, y que si se puede cambiar para bien. Todo dependerá ahora de cuanto nos estimemos a nosotros mismos, y de cuan abierto estemos para ayudar a los que nos rodean a ser mejores...

2 comentarios:

  1. Un buen mensaje de autoayuda y superación personal Christian. Te felicito por tu excelente iniciativa y afán de ayudarnos a lograr un progreso. Dios te bendiga mi amigo.

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  2. Gracias Javier por la oportunidad de compartir esto contigo!

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